El yoga y los poderes místicos

Para hacer la práctica de yoga un asunto llevadero no debemos olvidar que es una práctica diseñada para fomentar el avance de sus practicantes. Es decir, el yoga no fue hecho necesariamente para personas en estados avanzadas, muchas de sus recomendaciones están diseñadas para ayudar a los principiantes con sus múltiples dificultades. La gracia del proceso, por decirlo así, es que si bien por un lado nos ayuda a no olvidar los ideales que dan sentido a la existencia, al mismo tiempo nos lleva hacia adelante desde donde quiera que estemos. Del rigor hacia un meta exigente y la necesidad de una práctica ajustada al nivel de cada uno, surge la famosa fórmula de practicar con rigor y alegría. Sthira-sukham āsanam (Yoga Sutras 1.46.). 

 

Sin practicar de manera entusiasta no podemos lograr el ideal, y, a la vez, sin ideales claros la práctica corre el riesgo de desviarse. Con la práctica podemos perder el propósito. Ella trae desarrollo de las capacidades intelectuales, el poder ser más amable, entender sobre respeto, limpieza, puntualidad, elementos todos positivos y alegres, pero no libres de la tentación de hacernos olvidar lo importante de entender el propio lugar en medio del universo. 

 

La historia nos cuenta de yoguis expertos en asanas, con un excelente control de su aire vital, expertos en el control mental y capaces de cosechar todas sus austeridades en la obtención de maravillosos poderes místicos. Y ahí viene el problema.  En la senda del yogui se le advierte con frecuencia sobre cómo los poderes místicos pueden desviarnos de la meta. 

 

La capacidad de manifestar el control sobre ciertas energías los hacía sentirse tan especiales que se creían el centro del universo. Mostrando sus logros en el plano burdo y sutil podrían atraer a otros. De ahí que una de las principales formas de hacerse a la atención de quienes buscan espiritualidad sea deslizar un par de buenos milagros. Pero los milagros, dicen, son para los tontos. 

 

Podemos ir a un ejemplo clásico de milagros y remitirnos a la historia de Jesús y sus milagros. Podemos recordar cuando revivió a Lázaro, por ejemplo. Algo realmente increíble y sobrecogedor que, sin embargo, nos puede llevar a una pregunta: Si Jesús revivió a Lázaro, ¿Por qué más adelante dejó que muriera? Lázaro no vivió para siempre entonces ¿para qué Dios manda a revivirlo para después matarlo?. Por supuesto la idea no era revivir a Lázaro como la última meta. Quizás puede usarse el truco para atraer a quienes buscan recompensas en ese plano, pero es urgente y necesario entender el trasfondo de lo que hay detrás del milagro. 

 

La práctica del yoga hace milagros en nuestro cuerpo y mente pero nunca dice que estos se mantendrán por siempre. Más bien nos advierten de que tal idea es justo la causa de nuestros males. Así que al sanar el cuerpo y la mente con alegría debemos considerar con juicio la meta última, y aprender así a sortear un buen paquete de peligros que se nos cruzaran en el camino.

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