“¿Por qué no hay mujeres Guru?” es una pregunta típica en el estudio y la práctica del yoga. Nace quizás, cuando se plantea de forma responsable el hecho de que quien quiera avanzar en la ciencia del yoga se recomienda una relación sana y bien establecida con un maestro.
Más allá de que te guste o necesites una técnica como las asanas, o las meditaciones, y de que tengas conocimiento al respecto, convertirse en un sisya o estudiante serio es fundamental para el avance. Tal cual se establece en el Bhagavad Gita (4.34) y en otros textos.
Esta noticia toma a veces por sorpresa a algunos practicantes de yoga y, ya que el tema no es sencillo, muchos temen o no saben cómo dar este paso fundamental.
Es en este momento de la búsqueda en que surge la pregunta acerca de: ¿Por qué no hay mujeres Guru? En primera instancia tendríamos que aclarar un punto fundamental en todo este tema y es que ser maestro espiritual, Guru, no está relacionado (como quizás podamos pensar ante nuestra experiencia política y empresarial) con ascender en una cadena de privilegios, no es un nombramiento que se logra bajo movimientos políticos. Por supuesto existe el riesgo de que alguien se haga pasar por Guru buscando privilegios. Pero eso significa nada más que una desviación. El hecho de que haya Gurus falsos, imitaciones, no quiere decir que no haya productos originales.
En el terreno de la práctica genuina, la posición de Guru es, por decirlo de algún modo, evitada por los practicantes sinceros y sólo aceptada en virtud de la necesidad y con la consciencia de estar haciendo un servicio.